Antes de empezar, me gustaría decir que nadie planea arruinar la relación con sus hijos, simplemente es algo que sucede.
Lo sé por que me sucedió a mi.
Durante mucho tiempo mi esposo y yo deseamos tener un hijo.
El nacimiento de Paco fue uno de las eventos más maravillosos que me han sucedido.
Le di muchas gracias a Dios por la bendición de la maternidad, y sobre todo, disfruté mucho su etapa de bebé.
Cuando menos lo pensé, ya había construido muchas expectativas para su futuro.
Lo veía siendo un profesionista, casado, y con unos hijos hermosos igual que él.
Como madre primeriza busqué informarme sobre las etapas del desarrollo del niño, me preparé para el desapego para cuando ingresara al pre-escolar, y luego para la etapa de la educación primaria.
Pasábamos varias horas juntos por las tardes, llevándolo a la natación, después le ayudaba en sus tareas escolares y en ratos de diversión con juegos de mesa o arreglando el jardín de la casa.
Los fines de semana íbamos a la iglesia para que aprendiera sobre valores y principios para la vida. Oraba a diario por él.
Desde el nacimiento hasta los 12 años, su padre casi no estaba en casa ya que viajaba mucho por su trabajo en la empresa. Nunca nos faltaba nada material, aunque sí extrañábamos pasar tiempo juntos.
Pocas ocasiones salimos de vacaciones, aunque cuando ocurría, vaya que disfrutamos mucho esas salidas.
Aceptaba las circunstancias y me enfoqué en cumplir con lo que me tocaba hacer: Criar y educar al hijo que Dios me había dado.
A no permitir que nada ni nadie nos separara.
Navegando aguas peligrosas
Llegó el tiempo de que ingresara a la secundaria y también llegaron los tiempos de cambios físicos en Paco.
Comenzó a tener amigos en su escuela y a hacer tareas en equipo en casa de esos amigos; pero siempre procuramos desayunar, comer y cenar juntos.
Me compartía sus nuevos descubrimientos, sus dudas y sus sueños.
Cuando estaba por terminar la secundaria, ya con sus 15 años cumplidos; se acercaba su graduación para después ingresar a la prepa.
Hasta ahora todo iba “normal” en nuestra “vida familiar”.
Comenzamos a tener algunas diferencias en cuanto a la escuela a donde ingresaría y sobre algunos de sus amigos que tenían expresiones afectivas medio “raras” para mi.
Tuvimos algunas discusiones en cuanto a la llamada “moda neutra”, pero nada fuera de lo normal.
Como balde de agua fría
Una tarde me pidió que platicáramos sobre un asunto de mucha importancia para él.
Yo sospechaba lo que iba a decirme, pero no quería escucharlo.
Me senté, después de mi él hizo lo mismo.
Me miraba, y en sus ojos yo veía una lucha interna que necesitaba llegar a su fin.
En un tono de voz serio y pausado, me dijo:
- Mamá, soy gay. Tengo un novio desde hace 6 meses y nos amamos.
- Sé que no compartes esto, pero así están las cosas ahora.
Esto no puede estarme pasando a mi
Me quedé de una pieza.
Sentí como si el piso se hundiera debajo de mi.
Entré en shock, no podía creerlo.
Negación, sentimiento de traición, frustración, enojo casi llegando a la ira, fueron la mezcla de sentimientos y pensamientos agitando mi mente.
Tratando de guardar la compostura le dije en un tono confrontativo y alzando la voz:
- ¡¿Cómo?! ¡¿Entiendes lo grave de lo que me estás diciendo?!
- ¡¿Qué con todo lo que te he enseñado de principios y valores morales?! ¡Ahora me sales con eso!
- ¡¿Sabes que eso es detestable para Dios y que los que son homosexuales irán al infierno?!
- ¿Qué dirán los hermanos de la iglesia sobre nosotros?
- No sabes el dolor que me está causando con lo que me dices. Con qué cara me voy a parar con tus tíos, con tus abuelos.
- Me has traicionado todo este tiempo que lo has callado. ¡Eres un hipócrita, falso y todavía dices que me amas.!
Me pidió que calmara, que lo escuchara, que lo entendiera.
Me dijo que si lo amaba como repetidamente se lo decía, buscara entender.
- ¡Si eso es lo que quieres, pues aquí se acabó.!
Fue lo que le dije.
- No puedo tolerar algo que creo es horrendo, repulsivo y reprobable por todos lados.
- No me hables hasta que piense qué hacer de aquí en adelante.
Salió de la casa entre llanto, furia e incredulidad.
Esperaba una mayor comprensión de mi parte y que no reaccionara de esa forma.
Ya tenemos cinco meses que no nos dirigimos la palabra, se sale casi todo el día y sólo llega a dormir.
He buscado la forma de digerir lo sucedido, pero no sé cómo. Sigo con mucho coraje, me duele mucho, lloro casi a diario.
Me declaro incompetente para encontrarle una solución y recuperar la relación con Paco.
¿Qué hacer para recuperar la relación con tu hijo?
Esta historia es una historia más común de lo que crees.
Primero que nada, si estás en la posición de la madre, debes de entender que tu hijo no "decidió" tener un sentimiento homosexual, tu hijo lo descubrió.
Por lo tanto, no lo vas a convencer con argumentos.
Tienes que entender que las dos partes (la madre y el hijo) tienen posturas no negociables.
En otras palabras, ninguno va a convencer al otro.
La mamá de Paco reaccionó de forma visceral, e incluso le retiro la palabra a Paco por cinco meses.
Esta conducta no es correcta, solo lastima más la relación.
Ante la noticia de que un hijo tiene atracción homosexual, nosotros como VenSer recomendamos que papá y mamá tengan una conversación con su hijo, liderada preferentemente por el papá.
En esta conversación buscarán transmitir la postura que tienen al respecto, ésta consta de tres puntos:
I. Hijo, siempre te vamos a amar.
Primero que nada, los padres tienen que entender que su hijo ha tenido una lucha interna con este tema durante mucho tiempo, y finalmente, ha decidido contarles.
Este punto es para aclarar que como padres el amor que le tienen no está condicionado por nada, incluída la homosexualidad.
II. La homosexualidad no la vamos a aceptar ni a apoyar en esta casa.
El hijo va a entender que no lo están rechazando a él como persona, solamente están rechazando su sentimiento.
Por eso es tan importante aclarar que hablamos del sentimiento de atracción homosexual.
El punto es que el hijo comprenda que como los papás no están de acuerdo con este sentimiento no van a aceptar, consentir o financiar nada que tenga que ver con homosexualidad.
III. Ese sentimiento que tienes se te puede quitar si así lo decides.
No se trata de discutir con el hijo para que esté de acuerdo con la postura que papá y mamá tienen, ésta plática no tiene como fin establecer un ganador entre posturas ya que no es un debate, y mucho menos se trata de convencer al hijo de que se quite el sentimiento.
Es una plática meramente informativa.
Después de esto se recomienda no discutir más sobre el tema, precisamente para no crear confrontaciones innecesarias que no van a cambiar nada y solo dañan la relación.
Conclusión
Cuando una relación se enfrenta a un conflicto con posturas no-negociables, como por ejemplo, en temas sobre política, religión o sexualidad, la relación inevitablemete sufre un quebrantamiento. Lo más doloroso, es cuando sucede con nuestros hijos. Este es un tema común en muchas familias de latinoamérica, y uno de los más difíciles. Muchas madres no saben cómo reaccionar cuando sus hijos creen cosas diametralmente opuestas a lo que les enseñaron, y tristemente reaccionan con ira y rechazo. Cuando nuestros hijos ya son adultos, lo mejor es entender que como papás dimos todo lo que pudimos, pero nuestros hijos son personas diferentes a nosotros y no podemos controlar lo que piensan o hacen. Lo que podemos hacer es establecer límites sanos, y conservar la relación en los puntos de contacto dónde si congeniamos.
Si necesitas la ayuda de un consejero preparado que te pueda ayudar en este proceso, en VenSer tenemos psicólogos profesionales que te pueden escuchar.
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Mi hija está confundida!! Dice que no es mujer, que no es hombre, que le gustan las chicas y los chicos. Yo traté de mostrarme comprensiva hasta que ella llegó tarde a casa y, leyendo su celular, me enteré de que había "perdido su virginidad" con una amiga suya que va con nosotros a la iglesia. No se que hacer